Acabo de terminar Instrumental, de James Rhodes. Tiene hojas y tapas duras. Y la ilustración de portada es muy bonita. Y también es caro. Y duro, como las tapas. Y frágil, como las hojas. Y lo ha escrito alguien abiertamente desequilibrado. Por todo ello sé que es un libro, no me cabe la menor duda. Y un peligro: el lector se arriesga a creerse desequilibrado y querer escribir su propio libro, pintar su propio cuadro o componer su propia música. Ahora ya sé por qué es el libro del año: solo alguien muy desequilibrado podría hacerte creer que el próximo será el tuyo.